Paseaba
por las ruinas de lo que antes habían sido bloques de pisos, algunos eran solo
escombros y otros aun se mantenían en pie a duras penas. Estas ruinas habían
sido mi ciudad, conocía cada calle, ladrillo y edificio. A veces la nostalgia
hacía que perdiese la noción del tiempo. Cuando andaba por las ruinas de mi
ciudad no podía evitar andar de una manera altanera. Y es que ahora me
pertenecía. Nací aquí, y seguramente aquí moriré. Con ella.
Había
escuchado a soldados que decían que conocían el lugar como su propia mano.
Alguna vez había perdido los estribos con ese tipo de gente. Nadie quedaba vivo
que conociese mi ciudad. Familiares y amigos habían perecido en ella antes y
después de la ocupación. Ahora no era más que una disputa por la posición
estratégica que ofrecía.
A menudo
caminaba por las cornisas y por lo que habían sido ventanas. No me cubría, ni
me ocultaba. No en mi ciudad. Además, nadie se esperaba que alguien que
caminaba tan tranquilo fuese un enemigo. Alguna vez me habían echado el alto, y
les había contestado, cambiando el arma de mano y saludando con la mano
derecha. A veces observaba a mis enemigos desde posiciones destinadas a los
francotiradores. Me gustaba apretar el gatillo hasta casi el punto de
dispararlo. Pese a que todos los que estaban aquí eran enemigos pocas veces
disparaba. Tenían que ser muy pocos y tener muy claro a que podría escapar.
Hubo una
vez que me acerque a una escuadra con el arma en mano y les entregué un
panfleto doblado de un restaurante, que por supuesto ya no existía, a modo de
mensaje y cuando lo abrió vacié el cargador contra todos. El único que pudo
hacer algo se quedó petrificado con el cigarrillo en la mano hasta que recargué.
En otra
ocasión me lanzaron una granada a una ventana. La granada me golpeo en la
nariz, y rodo por el suelo. Pensé que había llegado la hora de volver con mis
amigos y familiares, pero me di cuenta de que no habían quitado la anilla. En
serio, ¿Qué formación dan a los reclutas? ¿Cómo nos han aniquilado esta panda
de peina-olivas? Les eché un rapapolvo por atacar a un oficial, y se lo
creyeron. En serio, ¿Cómo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario