martes, 14 de enero de 2014

La guerrera Luna


Cuenta la leyenda de una brava guerrera que sus ansias de gloria no podían equipararse con los de ningún mortal. Su espada era la más veloz y afilada, y su bravura era por todos conocida y temida. Se decía que nadie podía derrotarla. Pero había algo que la atormentaba en su ser, tenía miedo de que algún día alguien la reemplazaría.

Una bruja con profunda rabia y venganza por la muerte de su pueblo la engatusó para aceptar un maleficio. Este la haría eternamente inmortal, invencible en batalla. Ella, ansiosa de poder y temerosa de debilidad, aceptó, y así su alma inmortal condenó. La bruja  le advirtió que si un día se enamoraba empezaría a perder su grandioso poder. Esto a ella no le importó, porque su corazón pertenecía a la guerra y a la carnicería. Con el tiempo, su corazón dejó un hueco imposible de llenar, ni toda la fama, ni todas las conquistas, ni si quiera con la sangre de sus enemigos podía llenar, y como una consecuencia inesquivable, su corazón encontró, la pieza que le faltaba en su interior. En cada batalla, su poder mermaba, ya no era tan rápida y su espada cada vez era más pesada.

Al final, encontró la mortalidad y dejó la guerra. Se retiró a la montaña con su joven amor y vivió feliz al margen de toda adversidad del mundo exterior. Pero los pecados del pasado no todo el mundo puede perdonarlos.

Un grupo de mercenarios asaltaron su casa en el silencio de la noche y con fiereza ambos lucharon a la luz de una llena luna. Primero hirieron a su joven amor, y malherido golpeó el suelo. Su hijo de apenas un año fue cruelmente degollado, y lo peor se lo habrían reservado con seguridad a ella. Aceptaría de buena gana la muerte por sus acciones, pero no podría perdonar nunca a esos hombres  por haberle arrebatado lo único que le importaba. Mató y aniquiló hasta el último de ellos. Gravemente heridos, ni él ni ella verían el amanecer de nuevo.

A lo lejos vislumbró, primero una sonrisa, y después una figura. La bruja que la hechizó se había vengado de la muerte de su pueblo y tras ver su objetivo cumplido, volvió sobre sus pasos satisfecha del espectáculo. En su interior brotó un odio del que ya casi no se acordaba. Tal era su sed que se arrancó el corazón y se lo ofreció junto con su alma a la Luna. Al tener de nuevo un vacío el doble de amplio, a cuenta de su esposo y de su hijo, el maleficio se volvió a activar.


Así la guerrera, ahora conocida como Luna, andará hasta el fin de los días, con todo su poder y esplendor, hasta que su ira y furia se halle saciada. Sin embargo, nunca volverá a sentir lo que por su esposo e hijo sintió. Y así con el tiempo desaparecerá sin haber dejado en la tierra ni una sola acción que la reconociese como humana. Triste y sola, herida y maltrecha. Con un hueco vacío que ya nunca más podrá llenar, estará destinada a vivir eternamente sin aquello que realmente amó.