viernes, 30 de agosto de 2013

Temazo de la semana #2


Esta semana toca también algo movido:
Push the tempo de Fatboy Slim

Recordad podéis escuchar la lista completa 
en el margen derecho


 MARGEN DERECHO   >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>


Buen finde ¡¡¡

jueves, 29 de agosto de 2013

Ocultas intenciones

Con el rostro sombrío el soberano miraba con seriedad las sombras del consejo. La tormenta había oscurecido el día tanto como la situación del reino. Las personas sentadas en torno a la mesa, vacilaban y dudaban sobre cómo lidiar con esta clase de reuniones.

La canosa barba del que presidia la mesa se movía sin dejar ver sus labios.

-Perderemos la guerra si continuamos sin cambios.

Una de las sombras en torno a la mesa se quejó, pero no llego a terminar su frase. El monarca cortó los murmullos.

-¡Basta de absurdas adulaciones! ¡Sois  mis consejeros, cumplid vuestro cometido!- Hizo una breve pausa que consiguió calmarle los ánimos.- Hagan números caballeros. Están igual de bien preparados que nosotros, pero son casi el doble. Además tenemos un bosque lleno de recursos y posibilidades y no podemos ni acercarnos a él.

-Maldita tribu del bosque. -Maldijo uno de los presentes.

Una de esas sombras se inclinó hacia delante y poco a poco su rostro se fundió con la luz de las velas, revelando unos ojos castaños, casi rojizos de una cara bastante joven como para estar en un consejo.

-Esa maldita tribu matará a cualquiera que se acerque a ese bosque. Y no queráis saber lo que le harán a los que intenten talarlo. Sin embargo... –sonreía mientras veía como la paciencia de los presentes empezaba a acabarse.- Sin embargo están en venta. Después de casi seis años sin saber nada de ellos, convenientemente vuelven a estar en activo para esta guerra.

El rostro del rey frunció el entrecejo, siguiéndole el juego al joven. –Esos mercenarios son muy buenos asesinos, para matar a una persona en concreto. Pero cuando se trata de una guerra, no valen para el campo de batalla. Además- Sacudió la mano a modo de quitarle hierro al asunto.- El reino esta casi arruinado, y ellos son tremendamente caros.

Era ahora la cara del joven la que se volvía seria.

-Si no los contratamos nosotros, lo harán ellos. Y nos despertaremos con un puñal en nuestro costado.

Una de las sombras sentadas se levantó como un resorte. -¡Basta de insolencia Alsif! ¡Tu juventud esta traicionándote! –El joven levantó la mirada y tornó una risa burlona.- Somos diez en este consejo, y parezco ser el único que se preocupa para que nuestras cabezas sigan unidas a nuestros cuerpos. ¡Sácale la lengua del culo al rey y haz tu maldito trabajo!

Con furia golpeó con el puño la mesa. -¡Como osas hablarle a tu rey así!- Alsif señaló a su conversador como si en vez de un dedo se tratase de una espada.- ¡No le hablo así al rey, te lo estoy diciendo a ti!

El rey se había levantado de su asiento, tan despacio que nadie se había percatado de ello. –¡Desmontad este circo, por Dios!- Recuperó el aliento.- Retiraos, mañana hablaremos mas calmadamente.

El rey reclamó a los dos discutidores, Alsif y Vandel, para que se quedaran. Mientras el resto del consejo se apilaban por salir de la habitación lo más rápido posible. Era normal que estuviesen desubicados, tenían cargos importantes, pero no eran consejeros de guerra. De hecho el consejero de la moneda por ejemplo, sabía lidiar con muchos problemas, y era bastante previsor e imaginativo. El consejero de abastecimiento era otro gran estratega de su tema. Pero ninguno había empuñado una espada en su vida.

Cuando por fin se habían quedado solos los tres, formando un trió siniestro de sombras, el monarca empezó a toser y a toser, su cara se estaba volviendo morada. Parecía que fuese a colapsar en cualquier momento. Vandel lo cogió como si no pesase nada y lo sentó en su silla. Alsif rápidamente le dio de beber un brebaje que había sacado de su bolsillo. Y la tos se apaciguó.

El rey descansaba exhausto en su silla hasta que al final se recompuso un poco. -¿Cómo lo harás, Alsif? ¿Cómo los contrataras?- Alsif sonrió- Llevo meses negociando con ellos, por si llegase el momento de necesitarlos. Y quieren algo que ningún otro reino les daría. Tierras.

Vandel analizó la cara de su rey y la del joven, era el consejero de guerra pero no era tonto.-No se ganan reinos dando tierras- Alsif afiló una sonrisa casi maligna –En efecto, pero lo que ellos nos darán no serán hombres, sino mano de obra y recursos.


Por una vez, los tres sonrieron, y sin decir nada mas todos entendieron los planes reales de su joven interlocutor. Y es que aunque Vandel era el primero en poner su juventud como protesta, sabía muy bien que si estaba en el consejo era porque tenía algo de lo que el resto carecía. Autentica maldad. 

domingo, 25 de agosto de 2013

El pasillo de una sola dirección.



Vaya, se acerca la navidad, un año más de ver pasar la vida, embobado y asobinado, amancebado y malacostumbrado. Así vivo yo, padre de dos niños malcriados y ciegos por la estupidez de la televisión. Casado con una mujer egoísta y maniática. Esta es mi familia, solo quedo yo, el peor de todos, no solo por haber sucumbido a la facilidad de la vida moderna, sino por haber renunciado a mis sueños, aspiraciones, metas y cualquier cosa que hubiese podido desear ser, convertirme o tener en mi vida.
Faltaban dos semanas para navidad, había tenido un día de mierda en el trabajo, y cuando llegué a casa, no había nadie, ni mi esposa, ni los críos. Sabía perfectamente donde estaban, hacía ya tiempo que conocía las aficiones secretas de mi esposa, me engañaba, no sé con quién, ni donde, ni  me importaba, entendía perfectamente el porqué, hacía tiempo que ya ninguno nos preocupábamos por el otro. Y los chavales posiblemente los hubiese dejado con su tía o con su madre. Fue entonces cuando me di cuenta,  pasé unos momentos pensando de pie nada más entrar en la casa con la puerta abierta y el abrigo aún en la mano, en cierto modo lo sabía, pero aún no me había dado cuenta, sabía que mi vida era una mierda, pero hasta entonces no había pensado en ello. Y cuando fui consciente de mi desgracia, mi rostro se tornó sereno, apaciguado y tranquilo, había perdido muchísimo tiempo de mi vida, pero por lo menos me había dado cuenta, y de alguna forma me consolaba el saber que miles de idiotas como yo también estaban desperdiciando su vida, pero ellos no se daban cuenta, yo sí. Cerré la puerta, me di una ducha, cené como siempre comida precocinada, y en vez de destruir mi cerebro en el sofá frente a mi LCD de cuarenta pulgadas, cogí mis documentos personales, mi dinero, mis cosas importantes, un poco de ropa, y lo metí todo en un bolso de deporte. Bajé al trastero y desenterré mi vieja guitarra de entre la maleza de trastos ahora viejos  que se amontonaban y tapaban el instrumento. Cogí mi coche, un monovolumen enorme y feo que mi mujer me hizo comprar para los niños, pero el coche era mío, me lo hizo comprar con mi dinero, porque ella ya tenía el suyo, se paseaba en un hibrido nuevo carísimo para llamar la atención. Llevé el monovolumen hasta un concesionario de segunda mano y lo vendí. Era un coche caro así que conseguí casi treinta mil por él. No lo pensé un segundo, crucé la calle, entre al concesionario de enfrente y me compré una moto nueva, de gran cilindrada, estilo Harley Davison. Salí de allí con mi vieja chupa de cuero, con mi nueva moto, y lo más importante, mi nueva sonrisa. Hacía casi una maldita década desde la última vez que sonreí de verdad como aquella vez. Ni me fijé hacia donde me dirigía, con la guitarra enfundada a mi espalda y la maleta en un lateral de la moto, simplemente salí de la ciudad por donde el azar quiso y emprendí viaje.
Cuando tuve sueño, ya caída la noche, paré en un pequeño pueblo tranquilo y perdido entre las montañas, solo accesible por las largas y sinuosas carreteras de montaña por las que me encantaba llevar la moto. Entré a un bar de aspecto rustico y agradable, sonaba música folk suave y la gente jugaba a las cartas o a los dardos riendo y bebiendo cerveza. Nadie se fijó en mí, me acerque a la barra y pedí una cerveza, el camarero me preguntó de donde era, lo típico, y resultó ser un hombre muy agradable, y estuvimos hablando largo y tendido sobre muchísimas cosas. Le comenté mi situación y le sorprendió bastante,  él siempre pensó que la gente como mi antiguo yo, encerrados en una vida que saben que es una mierda, eran gente triste, y que le daban lástima. Definitivamente le gustó mi historia y me habló de que en el pueblo, existía un grupo de amigos, que se dedicaban a escribir, repartían por el pueblo de vez en cuando alguna recopilación de historias que relataban en sus ratos libres. A los vecinos les gustaba la idea, daba un poco de vida al pueblo, entretenía y hacía pensar a muchos.
Aquello me encantó, era una idea genial, pero lo que más me sorprendió, es que el camarero, miembro del grupo que escribía el boletín de relatos, me pidió permiso para escribir mi historia y publicarla en el pueblo. Por supuesto acepté, pero con la condición de que no se diera mi nombre en él.
Al día siguiente proseguí mi camino hacía ningún sitio con mi moto. Viajé por todo el continente trabajando aquí y allá por temporadas, de cualquier cosa, pero trabajos pequeños, camarero, peón, pescador, o en empresas de transporte. Cuando me quedaba sin dinero de mis trabajos, usaba el que durante años había guardado para mi jubilación. Así pasaron meses, uno tras otro, vivía muy bien, tenía todo lo que necesitaba, trabajaba duro de vez en cuando y lo mejor de todo, conseguí amigos y conocidos en todas partes. Hasta que un día, tomándome un café mientras esperaba a un viejo conocido en una ciudad de la costa, me dio por leer el periódico que había en la mesa. No me gusta leer periódicos, o por lo menos los más vendidos, porque  me da la impresión de que siempre son considerablemente parciales en muchos temas, pero aquella vez lo leí por hacer tiempo mientras esperaba. En una página por medio del noticiario, encontré un artículo sobre un grupo de escritores que habían prácticamente provocado una pequeña revolución con sus historias. A mitad de artículo algo en la página siguiente me llamó la atención y torné mi vista hacía la noticia contigua. Hablaba de un aumento del quinientos por cien de desapariciones en la región, que luego resultaban ser hombres y mujeres que simplemente emigraban y comenzaban un viaje muy similar al mío.
Al parecer el camarero al que conté mi historia había tenido bastante éxito con ella, y cientos de personas decidieron romper como el personaje de la historia hizo. Me alegré de que otras gentes hubiesen podido ver por fin el pasillo de una sola dirección en la que se estaba convirtiendo la vida moderna, y hubiesen hecho un jodido agujero en la pared, para salir fuera.

sábado, 24 de agosto de 2013

Temazo de la semana #1


Estrenamos nueva sección, cada semana añadiremos un temazo 
de nuestra propia elección y podréis escuchar la lista completa 
en el margen derecho


 MARGEN DERECHO   >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

Link a la canción

Esta semana os deleitamos con: "Hocus Pocus", una canción del 
grupo holandés "Focus"

Buen finde ¡¡¡

No te oigo

Acababa de dormirme cuando mi vecino, de nuevo despotricaba contra mi pared. Juraba por alguna tarea fallida y golpeaba los muebles. Recién dormido y despertado  golpeé la pared a señal de que necesitaba silencio. Pero el hombre hacia caso omiso. Tuve que levantarme y llamarle al timbre. Odiaba ser el malo pero mi trabajo era nocturno, y ni siquiera había podido elegirlo. El gobierno ya se encargaba de ello.

Le decía con toda la delicadeza posible que por favor no hiciese ruido, que aunque fuese de día, por piedad, dejase de armar bulla. Necesitaba dormir. Solo recibía gritos y reproches. A menudo también oía las mofas que escupía al cerrar la puerta. Con un portazo en la nariz me solía despedir. Notaba la mirada de las mirillas del pasillo. Si no conseguía dormir bien pronto, sentía que podía terminar muerto, o peor, loco.

Recuerdo que en el trabajo hablé con un chaval al que le conté mi problema, y este me recomendó un libro. Afirmaba que si me lo leía entero, estaba seguro que terminaría con el problema de mi vecino y con otros muchos. Lo había ojeado un poco por encima y pensé que era de peleas, pero la página por la que lo abrí hablaba de un poema japonés. La verdad es que no rimaba, pero era bonito. Intente escribir unos cuantos, pero no podía. El insomnio es algo horrible, no te deja concentrarte en nada. Hasta te vuelves incapaz de hacer las cosas más sencillas de la casa. Las horas pasaron y la hora de irse a trabajar llegó.

Hoy me han echado la bronca. Parece ser que no rindo como debería. No pasaría nada si me despidiesen, pero cuando trabajas para el gobierno solo está el finiquito, y no se trata de dinero precisamente.

Volví a mi casa de nuevo. Y mi vecino ya la estaba armando antes incluso de que entrara a mi apartamento. Intente dormir, pero no pude. De repente alguien llamo al timbre de mi vecino y este abrió y saludo con un “¡otra vez tu gilipollas!” Pero no era yo quien había llamado. Al parecer le respondieron con dos sonoros disparos. Las pisadas del asesino se oyeron bajando rápidamente las escaleras.

Abrí la puerta y me asomé. Allí estaba él. Tirado en un charco de sangre, murmurando palabras como ayuda, ambulancia. No sé. Ya no sabía que significaban las palabras. Le respondí que no le oía y me fui a dormir. Dormí doce horas de un tirón.

Ni siquiera oí el despertador. Desayune  a la hora de cenar como una hiena famélica, me lavé los dientes y me duché. No me afeité, porque me gustaba llevar la barba de varios días. Dentro de poco tendría que ir a trabajar otra vez. Esto no era vida. Pero hoy me encontraba como nunca. Alguien llamó a mi puerta, y la verdad sea dicha, hacía rato que mientras desayunaba y me aseaba había notado un revuelo en el pasillo. Al abrir, un agente me abordó.

Me hizo preguntas sobre mi vecino. Y de donde había estado. Cuando me preguntó sobre los disparos, me quedé perturbado. Un tiroteo en el piso de al lado y ni si quiera me había dado cuenta. El policía no se lo creía y me amenazaba con llevarme a comisaria. Cuando quise mirar el reloj tuve que decirle al policía que me tenía que ir a trabajar, que tenía que estar entrando ahora mismo. El policía se quedó perplejo de que le hubiese echado en cara eso. Y aun se enfureció más.

Cuando le enseñé mi tarjeta de identificación, se disculpó y me dijo que no me preocupara. Me metió en el coche de policía y se saltó todos los semáforos con las sirenas puestas. El hombre reía jocosamente con su compañero mientras derrapaba. La verdad es que la sirena dentro del coche apenas se oía.


Al final llegamos a destino. Mi trabajo, para mi sorpresa. Pidió hablar con mi jefe. Intercambiaron unas frases, el policía me señaló un par de veces. Ambos rieron. Finalmente me sacaron del coche patrulla, ir atrás es lo que tiene, que no puedes abrir las puertas desde dentro. El jefe me mandó a trabajar, y los policías se despidieron. Me devolvieron mi identificación. Y la leí por leer. Roberto P. Funcionario del gobierno decía entre otras cosas. Sí, era yo. La guardé y fui camino de mi puesto.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Esta, no es tu tumba.



El camino que comunicaba Norath con el Fuerte de la Guardia del Norte era más oscuro y menos transitado que el resto de caminos principales de la región, pero dos días a caballo nos separaban de nuestro destino y cabalgamos velozmente sin cautela alguna. Hicimos noche a mitad del trayecto, nos salimos del camino y acampamos entre un pequeño riachuelo que bajaba de las montañas y una arboleda que se extendía por la ladera de las mismas. El sonido del agua deslizándose lentamente colina abajo parecía susurrar una melancólica canción. Hicimos los turnos de vigilancia y cuando llegó el mío, bien entrada la noche, fui despertado por uno de mis hombres. Me situé entre dos árboles cercanos al campamento, sumido en las sombras en competo silencio. Tras unos instantes acomodándome, levante la mirada al cielo y la luz de la luna llena iluminó mi rostro e hizo brillar mis ojos, me llenó de vida, llené mis pulmones de aire y solté un largo suspiro de bienestar. La luna llena me hacía sentir libre, las noches así me sentía uno con la naturaleza, la bestia de mi interior aullaba excitada. Pero no era día de cacería.
Un rato más tarde, la tenue melodía del agua en el riachuelo se tornó diferente, más inquieta y rápida. Sentí una presencia rarísima que recorría mi espalda, la bestia que en mi moraba se agitó y desoyendo a mi raciocinio, mi instinto me guio, empecé a caminar sin saber en qué dirección ni porque. Durante unos minutos anduve en silencio absoluto entre los árboles, confuso, con la mirada fija al frente pero sin saber hacia dónde iba. Pronto llegué a un pequeñísimo claro donde la luz de la luna me volvió a golpear, pero seguí caminando sin darme cuenta de ello, cruce el claro y me sumergí de nuevo en la arboleda. La presencia era cada vez más fuerte, sin que pudiese hacer nada al respecto, mi espíritu animal tomó el control de mí y me fui transformando conforme avanzaba sigilosamente. De pronto, mis piernas ahora convertidas en las patas de una enorme bestia, pisaron un suelo de roca, ante mi pude ver unas escaleras que descendían y se internaban en la oscuridad de la tierra. Sin pensarlo ni un segundo, entré, bajé la larga escalinata hasta llegar a una sala grande con varias filas de columnas a cada lado. Mis ojos de animal podían ver en la perfectamente en la oscuridad de la noche, pero allí no, no en aquel mausoleo abandonado, la oscuridad que allí moraba no era normal, tan solo llegaba a distinguir un metro a mi alrededor. Avancé por la sala en ruinas y la presencia se hizo tan fuerte que casi podía verla, palparla, se hizo tan real como yo mismo. -¿Será hostil? ¿Querrá matarme?- Pensé desconcertado. Entonces dije con voz grave y calmada: -Muéstrate, ¿Quién eres? ¿Por qué me has llamado?.- Se escuchó una voz que parecía provenir de toda posición dentro de la sala como si fuese el propio mausoleo quien me estuviese hablando: -Esta, no es tu tumba, pero eres bienvenido en ella.-
El silenció llenó la tumba, mi mente no estaba en calma y las preguntas me acosaban, aquellas palabras desconcertantes me confundieron. Pasados unos instantes, se volvió a oír esa espectral voz: -Tenemos mucho de lo que hablar, en otro tiempo fui tu enemigo, nuestra naturaleza nos hizo enemigos, pero la guerra nos hará aliados. Conozco el porqué de todo lo que está ocurriendo, conozco las intenciones de la Guardia Negra, y el motivo de la inminente guerra. Reúnete conmigo en la Tierra del Viento Cortante y entenderás porqué necesitas mi ayuda.-
Tras esto la voz desapareció antes de que pudiese decir nada, la oscuridad pareció disolverse, pude volver a ver con claridad, pero la tumba se hallaba completamente vacía, no había más salidas ni pasillos, y la presencia había desaparecido por completo. Recuperé mi forma humana, y atónito por lo ocurrido volví al campamento donde terminé mi turno sin decir una palabra, pensando una y otra vez sobre lo ocurrido.

Esa maldita habitación cerrada

Hoy he vuelto a soñar. Más bien me he vuelto a acordar de lo que he soñado. Es algo maravillo. Los buenos sueños siguen ahí, en tu cabeza, durante horas, a veces el día entero, y rara vez, semanas y semanas. Las pesadillas también, pero mucha gente opina que acordarse de ellas no es bueno. Lo es. Te vuelves consciente de tus propios miedos, y si eres fuerte, los superas. El sueño que me acompañó hace tiempo es uno en el que salía con una chica. En él, me parece preciosa, sin embargo, cuando me despertaba no me parece tan guapa como cuando estaba dormido. Es algo raro.

Siempre pensé que los sueños eran recuerdos mezclados entre sí, dando origen a cosas nuevas y distintas, sin más. Pero desde hace ya unos años, recuerdo haber estado en sitios que jamás había visto, y que sin embargo existían. Aun con esto, era bastante escéptico. Hasta el día que vi a la chica con la que había soñado, nunca me había ocurrido con una persona.

Mi primer impulso al verla fue decirle que me gustaba, y que quería salir con ella, que llevaba tiempo  viéndola en sueños. Pero por un momento reparé en lo raro que le sonaría eso, y que tal vez me  tomara por un pirado, por un acosador o por un pervertido. Tuve un momento de lucidez y pensé,  que si lo que había visto era el futuro, significa que la conocí sin haber visto lo que pasaría, y aunque era una teoría como otra cualquiera, decidí seguir mi instinto.

Mi presentación fue bastante torpe y apresurada, y es que yo era un tipo bastante tímido. A ella le hizo gracia, pero lo ocultó bastante bien, con una carcajada casual. Ella también se presentó, aunque yo ya sabía su nombre. Laura.

En el sueño nunca había oído su nombre pero si era mi novia, bien tendría que saber cómo se llamaba. Y no solo eso, resulta que también conocía sus gustos, que hacía por las tardes, por donde vivía. Pero estos recuerdos afloraban torpes y perezosos. Saber lo sabía, pero estaban en una habitación cerrada, en algún rincón de mi cabeza.

El día que la conocí, deje de tener los sueños que había tenido sobre ella. Y un año después, ocurrieron los hechos que había visto tantas veces. Estaba confirmado, había visto de alguna manera un fragmento de mi futura vida en los sueños.

Sin embargo, la felicidad no dura eternamente. A las pocas semanas de cumplir nuestro primer aniversario estando juntos, lo soñé. La vi muerta. Durante varios días estuve amargado. No conseguía ver cómo, ni quien la había matado. Y así no podía evitarlo. La miraba a ella y solo la veía en el sueño, inerte en el suelo, con la vista en otro mundo, empapada en  un charco de su propia sangre. Movía los labios como queriendo decir algo, pero los tics de su mano delataban que ella ya estaba muerta. En serio, era horrible. Hasta llegue a pensar que el hecho de que no soñara el cómo había muerto podía ser que yo mismo la hubiese matado.

Un día por fin soñé las circunstancias de su muerte, pero cuando me desperté, no las recordaba. Estaban allí, ocultas en esa maldita habitación cerrada. Pero con eso me conformaba. Cuando se acercara el momento, cuando sintiese el momento, yo mismo mataría a la misma muerte, yo mismo me arrancaría el corazón si con ello conseguía salvarla. Muchos pueden pensar que la incertidumbre y que el hecho de que posiblemente pudiese salir malparado o incluso fallar en el rescate, me estuviese matando por dentro. Pero no. Volví a ser feliz. Así de irracionales somos.

Una mañana cualquiera, mientras esperábamos para cruzar la calle, el momento llegó. Tal y como predije, esa habitación cerrada se abrió y los recuerdos brotaron. Sentí el momento, lo olí. El momento se empezaba a fundir con mi esencia, estaba muy cerca. Cogí a Laura, y la cargué en mi hombro. Corrí y corrí. Mi corazón iba a explotar pero no podía parar de correr. Las venas de mi cuerpo iban a estallar. Notaba cada latido que bombeaba mi corazón, llegué a mi límite, y el sprint pasó a ser cada vez menos potente. Laura al principio rió, pero cuando la carrera se prolongó, se preocupó. Había corrido dos calles abajo y aun se veía el lugar del accidente. Pero a esta distancia estaba a salvo. La deje en el suelo y yo caí a él. Estaba reventado. La respiración era un jadeo constante. Mi cara estaba roja. Mis músculos desprendían un calor intenso. Una capa de sudor me cubría entero. Al fin la escuché, parecía que me había preguntado varias veces algo pero solo oía un fuerte sonido en mis oídos que golpeaba como un martillo. Solo pude señalarle entre jadeo y jadeo el lugar del accidente. Un camión de reparto se salió de la calzada, se subió a la acera y atropelló a varias personas.

Durante mucho rato, mientras volvíamos a casa, ella no dijo nada. Yo tampoco. No quería contarle el cómo, y que pensase que soy un lunático, ni tampoco quería mentirle. Cuando llegamos al portal, me dijo que ella era feliz sin saber cómo había sabido lo del accidente. Y nunca jamás, ni siquiera como anécdota de noche vieja, volvió a sacar el tema. Realmente tenía suerte de tenerla.

Pasé muchos años felices con ella. Y tardé muchísimos en volver a tener ese tipo de pesadillas. Si alguno se siente identificado con esta historia, sabed que acordarse de los sueños es un maravilloso don, y una horrible maldición, a la que yo nunca renunciaría. Sin este don, tal vez nunca hubiese conocido a Laura, y aun si la hubiese conocido, nunca la hubiese podido proteger.

Os ayudará a salvar a gente, y también fallareis a la hora de salvar a algunos. Os ayudará a encontrar buenas relaciones. Y relaciones que terminaran mal. Puede que esta habilidad termine con vosotros de una manera u otra.


A lo largo del tiempo conocí a más gente como yo, y después de hablar con todos ellos, pude observar una constante. Sabed que todos tendréis que vivir, con la certeza, de que soñareis una pesadilla que nunca podréis evitar, esta regla no tiene excepciones. Y no será la pesadilla la que os atormente, sino la incertidumbre de cuándo ocurrirá.

lunes, 19 de agosto de 2013

El pueblo de Norath



El viaje al norte continuó, dejamos atrás el Bosque de Jorn, viajamos durante la tarde y parte de la noche para llegar al pueblo de Norath lo antes posible. Cuando alcanzamos el lugar no faltaba mucho para que amaneciese y el pueblo descansaba en silencio sumido en la oscuridad de aquella maldita noche sin luna. Un mal augurio sin duda, las noches así solíamos quedarnos a cubierto, dormir y descansar. Aunque ninguno necesitábamos dormir, decidimos hacer noche allí, o por lo menos lo que quedaba de noche. Así que entramos en silencio a un viejo establo vacío y sin perturbar la afonía de aquel pueblo dormido y vigilamos por turnos. No nos sorprendió no ver a nadie esa noche, debido a la hora y el viento helador que corría por las calles era normal que nadie estuviese despierto y menos fuera de casa. 

Cuando salió el sol, salimos del establo, y por un momento fuimos cegados por la propia luz del majestuoso astro, sentimos el calor de un nuevo día en nuestros rostros, que sensación más agradable, aquel sol de mañana de invierno resultaba cálido aunque la temperatura ambiente fuese muy baja. Acto seguido, al bajar la vista hacia el resto de casas del lugar, simplemente no vimos a nadie. Esta vez si que nos sorprendió, el sol ya se alzaba suficiente como para que las gentes del pueblo se hubieran puesto en marcha con sus trabajos y faenas. El lugar estaba desierto, los tres pequeños puestos que formaban el mercado, vacíos, las puertas de las casas, cerradas, pero no había marcas de lucha, ni saqueos, no parecía que hubiese habido un enfrentamiento de ningún tipo. Me asusté, encontrarse con unos vampiros que atacaban un pequeño asentamiento como en el aserradero era una cosa, pero encontrar todo un pueblo sin un alma, eso sí que era raro. Así que mandé a Havok, mi halcón, a que sobrevolase el pueblo y alrededores en busca de cualquier indicio o pista acerca del paradero de los habitantes del pueblo. 

Di la orden y nos separamos en grupos en silencio, todos en parejas menos yo que fui solo. Poco a poco registramos casas, tiendas, establos, todas las casas en general. De repente se oyó  el reclamo del escuadrón, alguien había encontrado algo importante, deje lo que estaba haciendo y fui a salir de la casa, pero noté un movimiento detrás mía, y antes de que pudiese reaccionar, algo se abalanzo sobre mi espalda clavándome unas garras largas y afiladas en los hombros, solté un grito que fue más un rugido que grito y con un movimiento prácticamente instintivo me di la vuelta y estampé lo que fuese que tenía clavado en la espalda contra el quicio de la puerta, las garras se quebraron quedando parte de ellas aun clavadas en mi espalda. Algo relativamente pequeño calló al suelo y salió corriendo antes de que lograse ver bien de que se trataba. Enseguida llegó mi escuadrón donde estaba yo arrancándome las garras que parecían ser como uñas alargadas y muy gruesas. Tras terminar de extraerlas me reí en voz alta al descubrir que el extremo de las garras que no se había hundido en mi piel tenía un cacho de carne, quiero decir que también se había partido un pedazo de los dedos de los que salían las garras. Esa inmunda criatura era rápida y sigilosa, pero también era estúpida, como consecuencia de sus amputados dedos, iba dejando un rastro de sangre perfectamente rastreable. Me dispuse a seguir el rastro cuando Keirath, una guerrera formidable y mi mano derecha dentro del escuadrón, me llamo la atención y di media vuelta. Keirath era una joven hermosa, pero alta y muy fuerte, sostenía en su mano derecha sin esfuerzo una de esas criaturas amordazada y atada en forma de bulto. Se retorcía y maldecía en alguna lengua incomprensible, me acerque a la orgullosa guerrera  mientras mis heridas se cerraban en cuestión de segundos, le puse mi mano derecha en su hombro izquierdo y dije con tono amable: -¡Buen trabajo Keirath!, como siempre.- y reí orgulloso de ella. Se sonrojó levemente y alcanzó a decir: -Gra-gracias.- Soltó de golpe al prisionero que calló con un golpe sordo al suelo, sin duda se golpeó bien fuerte la cabeza pero siguió gritando y maldiciendo. Mandé a cuatro miembros del escuadrón a buscar a mi atacante e interrogue  al que estaba atado, pero me ignoró así que le arranque las garras de cuajo y profirió un grito sordo. Pero no dejo de chillar y forcejear, estaba claro que se trataba de alguna clase de ghoul, esclavo de algún vampiro, que seguramente había atacado el pueblo. Resultó evidente que el monstruo no hablaría ya que simplemente era incapaz de entender y hablar nuestro idioma. Levante la mirada hacia uno de mis hombres, hice un gesto de aprobación y me  fui hacia el porche de la casa de enfrente donde esperaba Havok. El halcón se posó en mi hombro y me susurró lo que había visto al oído mientras a mis espaldas se oía el sonido de un filo de acero que cortaba el aire y luego atravesaba la cabeza del ghoul partiendo su cráneo en dos. Los gritos cesaron y el silencio reinó de nuevo.
Una vez recibida la información de la privilegiada vista aérea de Havok, me acerque de nuevo a mi escuadrón,  mientras llegaban los cuatro hombres que había mandado a por la segunda criatura, la traían arrastrando, atada de pies y manos, y sangrando como un cerdo en día de matanza, con su tamaño y esa pérdida de sangre no tardaría en caer inconsciente, pero como no tenía ningún valor para nosotros, lo ejecutamos igualmente. Quemamos los cuerpos en una pequeña hoguera, y mientras contemplábamos los cuerpos ardiendo de aquellas viles alimañas, informé a mis hombres sobre la visión de mi halcón: -La situación es esta: Al parecer no todo el pueblo estaba aquí cuando los vampiros atacaron, es la temporada de pesca de atunes  gigantes y la mayoría de las gentes del pueblo están al otro lado de esas colinas, en la costa norte, hay un pequeño asentamiento allí que usan en temporadas de pesca como la actual, tuvieron suerte. Los pequeños desgraciados que hemos encontrado deben de ser los encargados de vigilar el pueblo durante la pesca.-  Los hombres respiraron aliviados ante la noticia y un segundo después Keirath dio un paso adelante y preguntó: -Maestro, ¿crees que puede ser obra de los malditos a los que dimos caza en el Bosque de Jorn?.- Asentí levemente y dije: -Posiblemente sea así, este ataque fue sin duda una chapuza, no me sorprendería lo más mínimo que se tratara de aquellos que matamos el otro día. De todas formas debemos ir a la costa a advertir a los aldeanos del ataque. He mandado a Havok al Fuerte del Río Verde a por refuerzos para que patrullen y protejan esta zona durante unos días por si nos equivocamos. Nosotros no podemos retrasarnos, debemos continuar nuestro viaje y alcanzar el Fuerte de la Guardia del Norte cuanto antes. ¡En marcha, partimos de inmediato, empaquetar los bultos, y cargad los caballos!- Como no había tiempo que perder, mandé a Keirath que tomara tres hombres y los caballos más veloces para desviarse y avisar a los aldeanos de la costa. Nos encontraríamos en el Fuerte de la Guardia del Norte.

domingo, 18 de agosto de 2013

La decisión es siempre tuya

Es la una y media de la mañana y salgo de trabajar. El frío es tan fuerte que cala rápidamente en los huesos. Aún me quedan treinta o cuarenta minutos andando para llegar a casa. Cuando me acostumbro al frio es porque mi cuerpo se queda entumecido. 

Lo malo de tener que volver a casa andando, a estas horas, con esta temperatura y prácticamente sin luz en las calles, es que rápidamente podrías desaparecer a manos de cualquier carterista con el pulso tembloroso. Y no creas que nadie te echaría de menos. Es bastante común, dado los tiempos que corren. Si no son los secuestro exprés del gobierno, es cualquiera que ha decido que tu vida vale una o dos balas. Sin embargo, todo tiene una parte buena. Te da tiempo de reflexionar. Uno cuando pierde la noción del tiempo, piensa realmente en cosas profundas.

Llevo varios días pensando en poner un huerto en esa mierda con maleza que la gente llama jardín. La verdad es que me gustaría construir algo con mis propias manos, aun a riesgo de saber lo que el gobierno les hace a la gente que ejerce profesiones sin licencia. Aunque sea para uno mismo. Últimamente me he estado replanteando también, lo frágil que es una vida humana. Un simple trozo de plomo, de 1,8 gramos, puede joderle la vida a cualquiera. Y cuando digo joder, digo dejarte bien frito. En estos tiempos una vida no vale más que una bala.

También he estado dándole vueltas a cierto libro, cuyo nombre puede llegar a confundir, pero que sin duda replantea la vida de una manera bastante sencilla y satisfactoria. Algunas de sus ideas podrían ayudarme a hilar de alguna manera las dos reflexiones anteriores. Y tal vez hasta salga bien.


Cinco  días después


Hace unas horas se presentaron dos agentes del orden y la ley en mi casa. De manera muy educada, me dijeron que si no dejaba de construir el huerto, tal vez perdiera una o dos manos.

Más tarde conduje el coche que traían hasta un descampado, y ¡Dios!, que bien sentaba volver a conducir. Realmente me afligió tener que quemarlo. El vehículo ardió. Junto a él, un montón de coches que habían sufrido la misma suerte. Dentro del coche también se calcinaron dos trajes de los buenos con dos placas de agentes del gobierno. Pero no los cuerpos.

Ahora mismo, teniendo en cuenta la distancia que hay a mí casa, de seguro que tendré dos o tres horas para reflexionar profundamente sobre lo que he hecho y lo que haré.

No sé cómo terminará mi historia. Seguramente mal. Pero hacía tanto tiempo que no me sentía tan bien. Solo puedo decir una cosa, ese maldito libro funciona. El huerto está casi terminado y aun no está listo el abono, pero pronto lo estará.