La batalla había comenzado, luz contra oscuridad,
sin embargo no había buenos ni malos, eran los nombres de sus poderes. Jorak,
el restaurador, curaba y revivía a sus soldados muertos, mientras que
Nak’Thulum, el cosechador de cuerpos, equipaba con una pequeña parte de su
poder a sus soldados, para así ser inmunes a la muerte. Los ejércitos eran
numerosos, sin embargo era una guerra de desgaste, el líder que primero se
quedara sin su poder, sería el perdedor. Jorak era el más poderoso, sin embargo
su magia es la que más rápido se gastaba. También dependía de qué ejercito era
el que menos recursos hiciese gastar a su jefe.
Nak’Thulum luchaba con su espada enfundada en su
poder de muerte, y no solo mataba a lo que atravesaba, sino que rompía y
descomponía aquello que alcanzaba.
Jorak hizo balance de la situación y concluyó que
iba a perder. Al contrario que su adversario, el restaurador no se había
implicado en la batalla. Prefería tener una perspectiva del campo y actuar en consecuencia.
Sin embargo y tras sopesarlo, se lanzó al campo de
batalla con la mirada puesta en los enemigos. Mató a uno, a dos, a tres y estos
volvían a la vida. Repitió la operación y estos seguían insistiendo. Al final
se le echaron encima y los mandó volar con una explosión. Se levantaron dos de
ellos, el otro había muerto del todo. No reparó de inmediato en que su enemigo
no estaba quedándose sin poder, sino que la debilidad de su enemigo, era el
rango de acción. Pero cuando fue consciente decidió actuar de una manera egoísta y zanjar
la batalla de una vez por todas.
El cosechador de cuerpos notó que varios de sus
aliados se habían alejado de su rango y habían muerto por ello. Gritó con su
voz atronadora una nueva formación y todos obedecieron. Se apilaron mucho más
rápido de lo esperado formando un círculo. Por cada caído, el círculo se
expandía creando una nueva línea de guerreros más numerosa. Después de esto
volvían a reagruparse. Y volvían a empezar.
Jorak atravesó con la fuerza de una centella la
formación y absorbió la vida de amigos y enemigos para devolverla en forma de
explosión al sorprendido Nak’Thulum. La explosión no mató a nadie, puesto que
ya lo había hecho Jorak. El líder enemigo salió volando varios kilómetros lejos
de la batalla.
Lejos de su rango, el ejército del cosechador de
cuerpos, había perdido. No pudieron encontrar el cadáver de éste, pero a Jorak
no le sorprendió. No podía ser asesinado de una manera tan sencilla y bien lo
sabía. Aunque enemigos, ambos estaban cortados del mismo patrón, y ambos
cojeaban de la misma pierna. Pero nadie, a excepción de ellos dos y su
debilidad, lo sabían.
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