Fuimos llamados por la Hermandad, nos convocaron en la
conocida Posada del Viento Nocturno, a
los pies del Muro Gris. Es un lugar
apacible y hermoso, desde las faldas de
las montañas del Muro Gris, algunos días se puede llegar a ver el Mar del Oeste
y la Bahía de la Bestia custodiada por la ciudad de Bristoth, capital de la
región. Aquella noche el cielo estaba
despejado y se alcanzaba a ver sin problemas las torres de la capital. Una distancia
considerable separaba la posada de la ciudad y en la gran llanura que había de
por medio logré discernir las siluetas de alguna granja y poblado menor que se
mezclaban con la espesa oscuridad que se cernía sobre todo Rundreth, territorio
en el que me encontraba.
Esperaba pacientemente a pocos metros de la posada, como siempre oculto. El permanecer oculto era más por costumbre que una medida de seguridad, pues aquellos dominios eran tranquilos, estaban bien protegidos. Se acercaba la hora, yo había llegado pronto. Pero mis compañeros no tardaron en aparecer. Vinieron de todas direcciones, habían pasado casi dos meses desde la última convocatoria y realmente tenía ganas de volver a verles, pero por otra parte temía el motivo por el que nos hubiesen reclamado.
Éramos diez hombre y mujeres, todos vestidos con capas largas y capuchas raídas, cualquiera que nos viese separados pensaría que éramos simples mendigos, pero a decir verdad, todos juntos resultábamos de lo más sospechoso. Entramos en la posada uno por uno y el camarero ni nos miró, sabía perfectamente quien éramos, simplemente se dirigió a una puerta a un lado de la barra y la abrió. Aunque había más gente en la sala central de la posada, todos siguieron con su cena o bebida sin extrañarse. Entramos y nos sentamos en una gran mesa redonda con once asientos. Cuando estuvimos todos sentados la puerta por la que habíamos entrado se cerró y otra que había al fondo de la sala se abrió dejando paso a Helur, señor de la Hermandad.
Esperaba pacientemente a pocos metros de la posada, como siempre oculto. El permanecer oculto era más por costumbre que una medida de seguridad, pues aquellos dominios eran tranquilos, estaban bien protegidos. Se acercaba la hora, yo había llegado pronto. Pero mis compañeros no tardaron en aparecer. Vinieron de todas direcciones, habían pasado casi dos meses desde la última convocatoria y realmente tenía ganas de volver a verles, pero por otra parte temía el motivo por el que nos hubiesen reclamado.
Éramos diez hombre y mujeres, todos vestidos con capas largas y capuchas raídas, cualquiera que nos viese separados pensaría que éramos simples mendigos, pero a decir verdad, todos juntos resultábamos de lo más sospechoso. Entramos en la posada uno por uno y el camarero ni nos miró, sabía perfectamente quien éramos, simplemente se dirigió a una puerta a un lado de la barra y la abrió. Aunque había más gente en la sala central de la posada, todos siguieron con su cena o bebida sin extrañarse. Entramos y nos sentamos en una gran mesa redonda con once asientos. Cuando estuvimos todos sentados la puerta por la que habíamos entrado se cerró y otra que había al fondo de la sala se abrió dejando paso a Helur, señor de la Hermandad.
No nos sorprendimos, sabíamos que había sido el quien nos
convocó, era el único con potestad para ello. Se sentó en la butaca más grande mientras
todos nos quitábamos las capuchas y revelábamos nuestro rostro. Entonces nos
habló con una voz grave y profunda, era un hombre viejo, pero aun así grande y
fuerte. Todos callamos y escuchamos. Expuso la complicada situación de forma
simple, con unas pocas palabras todos comprendimos la gravedad del asunto. Desveló
que Rundreth y Lambroth, los dos reinos libres al Oeste del Muro Gris, estaban
a punto de entrar en guerra con los territorios congregados en el Pacto de Sy`rok.
El Pacto extendía su dominio al este del Muro Gris, y vivía en paz con los reinos libre del oeste, o por lo menos así había sido en los últimos ciento cincuenta años, desde la fundación del mismo, aunque siempre hubo gran tensión debido a los anteriores intentos de expansión del Pacto hacia las tierras libres.
El Pacto extendía su dominio al este del Muro Gris, y vivía en paz con los reinos libre del oeste, o por lo menos así había sido en los últimos ciento cincuenta años, desde la fundación del mismo, aunque siempre hubo gran tensión debido a los anteriores intentos de expansión del Pacto hacia las tierras libres.
Cuando terminó de explicarlo todos quedamos anonadados, no esperábamos
una noticia tan mala e importante a la vez. Invielth, uno de mis fieles compañeros,
de los mas inteligentes y sagaces, discurrió y preguntó a Helur. –Si va a
estallar la guerra, debemos evitarlo o nuestras investigaciones al otro lado
del Muro se harán casi imposibles de desarrollar.- Tras esto espero un instante
a la aprobación de nuestro señor, que asintió levemente indicando a Invielth
que continuase y así fue. –En ese caso, nuestra prioridad debería ser encontrar
el detonante de la guerra y conseguir anularlo.- Helur asintió de nuevo y dijo
casi en voz baja: -Exacto Invielth, tienes razón, hace dos días que me enteré
de esta funesta noticia. Al parecer se trata de la propia Guardia Negra,
defensores del Pacto y conocidos vampiros. Pretenden quebrar la paz y dar un
motivo a las gentes de estas tierras por el que entrar en guerra con el Pacto.
No sabemos que les puede llevar a desear
la guerra pero esos malditos no-muertos planean extender su asquerosa
enfermedad por los traidores del norte en Gunderheim para que ataquen nuestras
tierras. Las Mesas de estos renios no consentirán ataques de los traidores,
pues los consideran parte del Pacto y declararan la guerra sin dudar. Debemos
hacer algo.-
Me levanté y como líder de los Diez Guardias hablé con tono
fuerte pero respetuoso:- Helur, señor, compañero, amigo, tan solo dinos que
debemos hacer.- Helur se puso también en pie y dijo solemnemente:- Luchad y
enfrentaros, debemos combatir los ataques, tenemos que encontrar la fuente,
debemos encontrar al Señor de la Guardia Negra que ha planeado esto.-
Todos estuvimos de acuerdo, pasamos la noche entera
compartiendo información sobre la Guardia Negra y los territorios del norte,
asignamos tareas y misiones a cada miembro y sus escuadrones y tras descansar
por la mañana, partimos en todas direcciones, enviando mensajeros a gran parte
de la Hermandad. Yo me dirigí al norte y envié a mi halcón Havok a la aldea de Groth, donde esperaba mi
escuadrón. En las ordenes convocaba a todos en el Fuerte de Rio Verde, donde
nos encontraríamos y prepararíamos la primera misión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario