jueves, 15 de agosto de 2013

La verdad es para quien la escucha


Un grupo de magos, grandes todos ellos, y amigos de armas, se habían reunido en un nostálgico arrebato en un caserón propiedad de uno de ellos con la escusa de hablar de los viejos tiempos y de cómo les había ido desde entonces.
Entre ellos estaba Zak’tulum, un gran mago de las artes más esenciales de la magia, Sira Roshe, mas guerrera que maga, que destrozaba a base de flechas, espadazos y fuego todo a su paso, Tina, la bestia, una maga cambiante, capaz de adoptar la forma de seres terribles, y su esposo Tephs, el chrono, cuya única habilidad era la de congelar las cosas en el espacio, y que junto a su inventiva había resultado ser uno de los asesinos a distancia más eficaces, Tera, la roja también había venido entre otros muchos, sin embargo ella era la que mas destacaba porque se asumía que ella era la más fuerte, aunque nunca, ni una sola vez lo hubiese insinuado. Era la única que no había envejecido ni una pizca, es mas diría que hasta era más joven. Seguía llevando su capa roja y pese a que todos eran amigos y compañeros no había ninguno que no se sintiera perturbado cerca de ella debido a la atmosfera tan pesada que originaba su poder. Se decía cuando estábamos en batalla, que el único que se acercaba mínimamente a su poder era Zak’tulum, y ni el mismo se lo creía.
También faltaban muchos miembros, algunos no habrían podido venir, otros habrían muerto en batallas posteriores a la Purga de Quintos, y otros sencillamente habían sucumbido a la edad o a la familia. Del grupo antes nombrado solo faltaba Botel, especialista en ocultar su presencia y su cuerpo que era el único del grupillo que no estaba presente. Aunque yo sabía muy bien donde estaba.
Al final, nuestro anfitrión, nos reunió fuera de la casa, en torno a una hoguera y unos bancos de madera. El cochinillo, las patatas  asadas y el vino corrió como si de una boda se tratase.
Con el vino en la sangre finalmente Sira Roshe se aventuró a preguntarle a Tera de una manera, como siempre tosca, que le pasaba. –Ey, Tera, ¿Te has vuelta viuda o algo en estos años o qué? No has pronunciado casi palabra, aunque sí que te has reído.- Todos en el grupo notaron como el aura que rodeaba a La roja crecía para luego desaparecer del todo. –Lo siento chicos, pero os he estado ocultando algo, y no quería romper el ambiente que teníais.- Tephs se acercó a ella y le puso una mano en el hombro. –Venga ya, hemos pasado un montón de cosas juntos, ¿Que te inquieta tanto?
La siguiente media hora Tera nos confesó que no era la persona que habían conocido en batalla. Nos contó como su maestra había sido la compañera que todos conocían y que cuando una maga Roja adquiría el título, tenía la obligación de buscar un estudiante, de un poder fuera de lo común, y en la medida de lo posible, parecido a ella, así la leyenda continuaría durante cientos de años. También nos contó que como discípula de Tera sí que estuvo con ellos en batalla, pero con su identidad oculta y con su poder al mínimo para que nadie reparase en ella. Lo sorprendente fue, que rápidamente Zak’tulum la identificó como una de las magas de la vanguardia que tenían orden de lanzar bolas de fuego sin cesar. Todo el mundo la recordaba, porque el mago la nombro en una reunión durante la guerra y sospechaba de ella. Habló con la original Tera de que era una espía porque ocultaba su poder y Tera lo persuadió.
Todos dieron el incidente por terminado y como también fue una compañera de armas la fiesta continuó. Con el paso de la noche la gente se fue a dormir a camas y establos del caserón, porque ya tenían una edad como para quedarse dormidos en el suelo, bromeó Tina.
Al final quedaron en la hoguera ya casi extinta Zak’tulum y la nueva Tera. Estuvieron hablando de muchas cosas, pero al final el mago llego al grano que tanto deseaba llegar. -¿Conoces la relación entre tu maestra y yo?- La joven asintió con la cabeza.-Lo siento Zak, ella está muerta.- La respuesta aturdió al mago quien no dio crédito, ¿Cómo era posible que alguien asesinase a una maga de tal magnitud? –Murió a mis manos, Zak-. Y entonces empezó a relatarle la historia real de la estirpe maestra y alumno.
Todo resultó ser un golpe mucho más duro de lo que el mago había esperado. Era cierto que maestra y alumno se pasaban el rol de Tera, pero resulta que Tera mató a sus anteriores discípulas y que cuando le llego el turno a ella la venció por una razón muy simple, era más fuerte que su maestra. Tera lo sabía y al parecer fue su deseo. Morir a manos de alguien que ella considerase digna.
Zak’tulum pareció hacerse más viejo después de escuchar la historia de cómo su amor en tiempos de guerra había resultado ser una villana. Le dio las gracias y se fue a descansar con unas lágrimas que no terminaban de salir de sus ojos. Tera quedó sola en la hoguera durante unos instantes. Al final saco un ratoncito de su bolsillo interior de la capa, y empezó a hablar con él y este le respondió. Al parecer era un familiar, un espíritu invocado por algunos magos que adoptaba la forma de un animal.
Cheshee parecía ser el nombre del ratón y este le gritaba alterado y muy rápido, tan rápido que no podía entender casi nada. Cuando se calmó y comenzó a hablar despacio sí que pude oír todo lo que decían. –Así que nadie sabrá el verdadero origen de La maga roja, has contado una mentira tras otra. Hasta te has inventado una historia sobre maestra y alumna y su paso de identidad. ¿Qué eres, el pirata Roberts? Y le has partido el corazón al que fue un buen amigo. ¿Porque no les has dicho que solo hubo una Tera, la única y verdadera Tera que alcanzó la cima de la magia?- Tera sonreía afligida y asentía la cabeza. –La inmortalidad también es una prisión. No temas, no renunciaría a ella aunque pudiese, pero no te alteres, a parte de nosotros hay otra persona que ahora sabe la verdad. Alguien que sospechó de mí desde la guerra.- Miró hacia un tocón, ideal para sentarse, en el que nadie parecía haber reparado, y sonrió. Esa si fue una sonrisa sincera, se levantó y partió. El ratón entendió que había alguien en el tocón, pero allí no había nadie y se lo echó en cara. –Oh, sí que hay alguien.- Y le hizo una señal con el dedo para que se callase. Levantó una mano a modo de despedida y se fundió con el bosque. Pronuncié mis primeras palabras desde que había llegado a la reunión:

Adiós, Tera, la roja.

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