Un grupo
de magos, grandes todos ellos, y amigos de armas, se habían reunido en un
nostálgico arrebato en un caserón propiedad de uno de ellos con la escusa de
hablar de los viejos tiempos y de cómo les había ido desde entonces.
Entre
ellos estaba Zak’tulum, un gran mago de las artes más esenciales de la magia,
Sira Roshe, mas guerrera que maga, que destrozaba a base de flechas, espadazos
y fuego todo a su paso, Tina, la bestia, una maga cambiante, capaz de adoptar
la forma de seres terribles, y su esposo Tephs, el chrono, cuya única habilidad
era la de congelar las cosas en el espacio, y que junto a su inventiva había
resultado ser uno de los asesinos a distancia más eficaces, Tera, la roja
también había venido entre otros muchos, sin embargo ella era la que mas
destacaba porque se asumía que ella era la más fuerte, aunque nunca, ni una
sola vez lo hubiese insinuado. Era la única que no había envejecido ni una
pizca, es mas diría que hasta era más joven. Seguía llevando su capa roja y
pese a que todos eran amigos y compañeros no había ninguno que no se sintiera
perturbado cerca de ella debido a la atmosfera tan pesada que originaba su
poder. Se decía cuando estábamos en batalla, que el único que se acercaba
mínimamente a su poder era Zak’tulum, y ni el mismo se lo creía.
También
faltaban muchos miembros, algunos no habrían podido venir, otros habrían muerto
en batallas posteriores a la Purga de Quintos, y otros sencillamente habían
sucumbido a la edad o a la familia. Del grupo antes nombrado solo faltaba
Botel, especialista en ocultar su presencia y su cuerpo que era el único del
grupillo que no estaba presente. Aunque yo sabía muy bien donde estaba.
Al final,
nuestro anfitrión, nos reunió fuera de la casa, en torno a una hoguera y unos
bancos de madera. El cochinillo, las patatas
asadas y el vino corrió como si de una boda se tratase.
Con el
vino en la sangre finalmente Sira Roshe se aventuró a preguntarle a Tera de una
manera, como siempre tosca, que le pasaba. –Ey, Tera, ¿Te has vuelta viuda o
algo en estos años o qué? No has pronunciado casi palabra, aunque sí que te has
reído.- Todos en el grupo notaron como el aura que rodeaba a La roja crecía
para luego desaparecer del todo. –Lo siento chicos, pero os he estado ocultando
algo, y no quería romper el ambiente que teníais.- Tephs se acercó a ella y le
puso una mano en el hombro. –Venga ya, hemos pasado un montón de cosas juntos,
¿Que te inquieta tanto?
La
siguiente media hora Tera nos confesó que no era la persona que habían conocido
en batalla. Nos contó como su maestra había sido la compañera que todos
conocían y que cuando una maga Roja adquiría el título, tenía la obligación de
buscar un estudiante, de un poder fuera de lo común, y en la medida de lo
posible, parecido a ella, así la leyenda continuaría durante cientos de años.
También nos contó que como discípula de Tera sí que estuvo con ellos en
batalla, pero con su identidad oculta y con su poder al mínimo para que nadie
reparase en ella. Lo sorprendente fue, que rápidamente Zak’tulum la identificó
como una de las magas de la vanguardia que tenían orden de lanzar bolas de
fuego sin cesar. Todo el mundo la recordaba, porque el mago la nombro en una
reunión durante la guerra y sospechaba de ella. Habló con la original Tera de
que era una espía porque ocultaba su poder y Tera lo persuadió.
Todos
dieron el incidente por terminado y como también fue una compañera de armas la
fiesta continuó. Con el paso de la noche la gente se fue a dormir a camas y
establos del caserón, porque ya tenían una edad como para quedarse dormidos en
el suelo, bromeó Tina.
Al final
quedaron en la hoguera ya casi extinta Zak’tulum y la nueva Tera. Estuvieron
hablando de muchas cosas, pero al final el mago llego al grano que tanto
deseaba llegar. -¿Conoces la relación entre tu maestra y yo?- La joven asintió
con la cabeza.-Lo siento Zak, ella está muerta.- La respuesta aturdió al mago
quien no dio crédito, ¿Cómo era posible que alguien asesinase a una maga de tal
magnitud? –Murió a mis manos, Zak-. Y entonces empezó a relatarle la historia
real de la estirpe maestra y alumno.
Todo
resultó ser un golpe mucho más duro de lo que el mago había esperado. Era
cierto que maestra y alumno se pasaban el rol de Tera, pero resulta que Tera
mató a sus anteriores discípulas y que cuando le llego el turno a ella la
venció por una razón muy simple, era más fuerte que su maestra. Tera lo sabía y
al parecer fue su deseo. Morir a manos de alguien que ella considerase digna.
Zak’tulum
pareció hacerse más viejo después de escuchar la historia de cómo su amor en
tiempos de guerra había resultado ser una villana. Le dio las gracias y se fue
a descansar con unas lágrimas que no terminaban de salir de sus ojos. Tera
quedó sola en la hoguera durante unos instantes. Al final saco un ratoncito de
su bolsillo interior de la capa, y empezó a hablar con él y este le respondió.
Al parecer era un familiar, un espíritu invocado por algunos magos que adoptaba
la forma de un animal.
Cheshee
parecía ser el nombre del ratón y este le gritaba alterado y muy rápido, tan rápido
que no podía entender casi nada. Cuando se calmó y comenzó a hablar despacio sí
que pude oír todo lo que decían. –Así que nadie sabrá el verdadero origen de La
maga roja, has contado una mentira tras otra. Hasta te has inventado una
historia sobre maestra y alumna y su paso de identidad. ¿Qué eres, el pirata
Roberts? Y le has partido el corazón al que fue un buen amigo. ¿Porque no les
has dicho que solo hubo una Tera, la única y verdadera Tera que alcanzó la cima
de la magia?- Tera sonreía afligida y asentía la cabeza. –La inmortalidad
también es una prisión. No temas, no renunciaría a ella aunque pudiese, pero no
te alteres, a parte de nosotros hay otra persona que ahora sabe la verdad.
Alguien que sospechó de mí desde la guerra.- Miró hacia un tocón, ideal para
sentarse, en el que nadie parecía haber reparado, y sonrió. Esa si fue una
sonrisa sincera, se levantó y partió. El ratón entendió que había alguien en el
tocón, pero allí no había nadie y se lo echó en cara. –Oh, sí que hay alguien.-
Y le hizo una señal con el dedo para que se callase. Levantó una mano a modo de
despedida y se fundió con el bosque. Pronuncié mis primeras palabras desde que
había llegado a la reunión:
Adiós,
Tera, la roja.
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